22 de julio de 2013

Cómo adaptar las técnicas de relajación en niños



Muchas técnicas de relajación utilizadas con los niños les resultan aburridas, tal vez, por no ser lo suficientemente “animadas” o entretenidas. La relajación presenta muchos beneficios también para los más pequeños (incrementa su alegría y espontaneidad, mejora la seguridad que tienen en sí mismos y su autoconocimiento) siempre y cuando se practique de manera habitual. Tarea del profesional o terapeuta que esté a su cargo, de hacer esta actividad un momento de distensión y logro de los objetivos concretos de la relajación. Para ello, es necesario tener en cuenta:

 
Œ1. Ser creativos. Tener imaginación.

Cuando trabajamos con niños, las actividades tienen que ser muy motivadoras, para que favorezcan su implicación en la actividad. Nuestros juegos deben ser innovadores, proponerles temas fantásticos, haciendo trabajar su imaginación.
Mediante juegos de contacto físico, masajes, caricias que incorporar a los ejercicios de relajación que ayuden a establecer lazos de confianza, aprecio y cariño; a la par que conseguimos llegar a un estado de calma y tranquilidad.
Podemos acompañar las actividades con música, siempre y cuando ésta se adecue a la temática del juego.

2. Cada niño es único.

Al igual que los adolescentes, adultos o personas mayores, cada niño responde de una determinada manera ante estas actividades. Las modificaciones y adaptaciones que sean necesarias llevar a cabo dependen en gran medida del punto anterior (nuestra imaginación) y de atender a las necesidades especiales de cada uno de ellos.

Ž3. Premisas previas…

El niño:

En función de las necesidades específicas y de la edad global del niño, tendremos que:
  •  Asegurarnos de que el niño aprenda ciertas habilidades previas, contacto ocular, prestar atención, comprender órdenes, seguir instrucciones, imitación, posición de relajación…
  • Asegurarnos de que aprendan y conozcan los grandes grupos de músculos (brazos, piernas…). Dependiendo de la técnica, no es 100% necesario.

El terapeuta:
  • Dar instrucciones simples y cortas en un lenguaje adecuado y comprensible.
  • Compensar la falta de atención de algunos niños con sesiones más cortas y frecuentes. La duración de la sesión variará en función de las necesidades de los niños. No tenemos que preocuparnos si dura 10 minutos. Lo breve y bueno dos veces bueno.
  •  Ayudar/Guiar físicamente al niño en la relajación. Por ejemplo, cogerle el brazo y pedirle que lo ponga rígido, soltarlo para comprobar que está relajado, decirle “está relajado”; o movilizar pasivamente diferentes partes del cuerpo a la vez que las nombramos.
  • Utilizar reforzadores sociales (sonrisas, elogios, caricias…) y otros refuerzos concretos como economía de fichas, actividades gratificantes, golosinas…
  • Utilizar juguetes (muñecos de trapo, esponjas, globos…) y juegos táctiles para las actividades de relajación. A veces, es necesario valorar el uso de otro medio, será menos invasivo (los juguetes nombrados con anterioridad) para que no haya un contacto piel a piel directo.
  • Controlar los aspectos ambientales (Ver artículo Cómo crear el ambiente idóneo para una actividad de relajación) puesto que los niños pequeños se distraen con facilidad.
  • Usar juegos como soplar por un silbato sin que suene, mover un molinillo de aire, inflar un globo, hacer pompas de jabón para los ejercicios de respiración.
  •  Ofrecer la presencia de otro niño que ya controle el procedimiento, cuando sea necesario, para que sirva de modelo.

¡OJO! Las indicaciones son relativas. Una vez más tendremos que valorar el grupo con el que hagamos la actividad de relajación, y realizar las adaptaciones pertinentes en función de sus necesidades.

Sonrisas Terapéuticas :)

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