15 de noviembre de 2011

De la evolución a la involución


            Podría valer como caso clínico, puesto que es algo que vemos a diario en muchas familias cuando el abuelo o la abuela llegan a la edad dorada, que con un poco más de tiempo pasa a ser negruzca. En esta ocasión, me limito a relatar la situación que paso actualmente. Ella, mi querida abuela, a la que recuerdo con sus tortillas de patatas y calentándome los pies a primera hora de la mañana en su cama cuando yo era una chiquitaja.



Ahora me veo pasándole un Barthel (el minimental es misión imposible desde hace un par de años) y haciendo la vista gorda, poniéndole algún puntillo de más… pero lo que hay es lo evidente. Tiene una puntuación de 45 “generosa”, un grado de dependencia moderado, aunque deambula perfectamente, te sube y baja escaleras con una agilidad que ya quisiera yo, pero en otras actividades de la vida diaria es la más irritable y dependiente: “me bañas porqué me bañas”, “no tengo hambre y mucho menos sed”, y me pongo 2 camisetas con 2 vestidos (alguno puesto del revés normalmente), un jersey (y si acaso también una chaqueta) y seguimos con una bata (Esto es lo suave, no me voy a poner escatológica ni meter más en materia pero el resto os lo podéis imaginar).
Es una lucha continua y constante, dolorosa como nieta y, sobre todo, hija de su hija, pero frustrante como terapeuta. Tengo una doble visión que me hace verlo de manera creo, más objetiva.

            Sin duda, sería el típico perfil de residente con el que no vas a poder trabajar (siendo realistas hay que admitir que con algunas  personas es imposible). No porque tú, terapeuta ocupacional u otro profesional, no quieras. ¿En estos casos qué se supone que tenemos que hacer?.

Me ignora constantemente en mi «acoso y derribo» de estimulación cognitiva indiscriminada (que va, es discriminada pero no está acostumbrada a absolutamente a nada, por lo que un poco de activación le resulta abrumadora) realmente no le interesa lo que le tienes que decir, ni que decir que no intentes hacer la más mínima actividad, la gerontogimnasia desde luego que no es para ella. Se encuentra en ocasiones aislada en su mundo paralelo, al que se conecta cuando, vete tú a saber porqué, hay una chispa que une y recorre esas maravillosas redes neuronales… De repente se mira al espejo y sonríe. Ah… pero se me olvidó deciros que no se conoce. Su reflejo es… una desconocida. Aunque así parece que nunca está sola.

Con la abuela, foto sacada en Agosto de 2011

Es complicado, cuando no difícil y duro, tener que delegar en otro este tipo de responsabilidades y de cuidados, y visto así, admiro mucho más (antes ya lo hacía) a todos aquellos profesionales que están día a día en una residencia.  Es de agradecer que cuando no es materialmente posible, otros hagan el trabajo que de siempre nos ha correspondido a la familia.

Paciencia y cariño. A veces nuestros mayores no están faltos de lo segundo (se les colman de cuidados y mimos, y sencillamente existe una barrera infranqueable incluso para ello, por desgracia, la memoria no está siempre en los besos), pero nosotros si de lo primero.

Realmente no se que hacer: como nieta buscar la máxima y mejor asistencia, pero como terapeuta… me he topado con tantas personas con este mismo perfil… que ahora me veo con “otra más” (sin embargo, la más importante) y sin herramientas. En casa del herrero…


Sonrisas que siempre son terapéuticas :)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.