Ese era su número de historia
ocupacional. De aquella primera valoración hace cuatro años. Y la recuerdo como
si fuera ayer, como con cada nuevo paciente, nervios e ilusión y un montón de
ideas para poder abordar lo que parecía un caso difícil.
El año pasado pude describir su
tratamiento, en un articulillo publicado en la revista del Colegio de
Terapeutas Ocupacionales de Castilla y León, sobre la intervención en un
paciente con Enfermedad Renal Crónica. ¿Qué chulo no?, me atrevo a decir que
somos pocos los que hemos trabajado con estos pacientes, que en muchos casos se
encuentran desamparados y con pocas opciones de rehabilitación. Alguna que otra
investigación más al respecto se puede encontrar, pero en la realidad, no se
contempla el tratamiento desde el abordaje de la terapia ocupacional. Otro
desastre ocupacional de los limitados recursos públicos. Una verdadera pena.
A veces, la realidad supera nuestras
expectativas. Vestido, aseo, deambulación, alimentación y algunas actividades
instrumentales como el manejo de la medicación han sido algunos de los
objetivos de trabajo. Nuestro trabajo en ambiente domiciliario pierde parte de
la esencia si no tenemos el apoyo familiar para dar continuidad a nuestra
intervención. Este ha sido un buen caso, y quizás se haya tratado de una
segunda oportunidad de conectarse al mundo y vivir un poco más, disfrutando de
los paseos en coche de los domingos, de las compras en el decatlón o de bailar
un pasodoble.
Trabajar mano a mano con personas hace
que disfrutemos los logros y que compartamos las tristezas. Hoy cierro la
historia número 4, y me uno aún más a una gran familia. Y es que, cuando
aprendes cada día a ser mejor profesional, solo te queda dar las gracias por
haber tenido la oportunidad de demostrar todo lo que puedes y sabes hacer. Y
aunque te queda la amarga sensación de querer haber llegado más lejos, piensas
en todo lo conseguido.
Te echaré de menos.
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