Y con esta
frase y pregunta rotunda me he topado. Es aquí cuando te paras, respiras y
piensas seriamente, pero con una gran sonrisa (recuerda que lo tienes delante),
que vas a contestar a eso (¡venga valiente!).
Hay miles de cuentos que ilustrarían perfectamente unas cuantas escenas
que le ayuden a entender que significa eso de “TDAH”, pero ninguno a mano. En
mi cabeza el título del libro “Tengo
duendes en las piernas”, porque así mismo me lo describió él, mi pequeño
dinosaurio de 8 años.
Siento… ¿Qué sientes? que me dan
calambres en las piernas y tengo ganas de moverme, sino me muevo estoy
“inagusto” (dejésmole que se exprese libremente). Quiero moverme, correr todo el rato, dar vueltas y vueltas hasta
cansarme, pero nunca me canso. Se autocalifica como “inquieto”, “siempre acabo en
el suelo” y “me cuesta mucho estar
sentado”. Pero… nadie le ha explicado porqué le pasa eso. Tiene grandes
fortalezas, es inteligente, aplicado, muy activo y cariñoso.
Una explicación siempre es necesaria para aprender a conocerse. A todos
nos haría falta para saber qué hacer o qué podemos esperar en cierto modo. Entre
otros tantos de objetivos, ayudarles a comprender esa necesidad de movimiento y
a canalizarla de forma adecuada es parte de nuestra tarea terapéutica
ocupacional sin duda alguna, por ejemplo, explicarles qué actividades pueden
realizar para sentirse mejor. A veces, el concepto de juego como lo entendemos
normalmente, deja de tener sentido si ellos mismos (niños más grandes, conscientes de sus particularidades y dificultades) sienten y
ven que no pueden jugar y compartir actividades con los compañeros.
Explícale... para que comparta y juegue. Tarea de muchos
profesionales normalizar las “necesidades especiales” de estos niños.
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